martes, 1 de abril de 2008

Guilin: El Pico de la Belleza Solitaria (Día 8)





Bien temprano desayunamos las clásicas empanadillas e hicimos el check out para irnos al aeropuerto. En una hora y media de vuelo te plantas en Guilin desde Xi’an. Nuestro amigo se volvió a Beijing y no nos volvimos a ver hasta nuestro regreso a la Capital.

 

Guilin nos recibió con lluvia y nubes. No parecía que fuera a despejarse así que nos resignamos a la idea de que veríamos todo aquel paisaje imponente con una visibilidad del 2%...

 

En el mismo aeropuerto contratamos la excursión al día siguiente, pues al otro por la mañana volábamos a Shanghai. La excursión, que se hace en barco por el río Li dura todo el día, incluye la comida y son 50 euros por cabeza. Nos ofrecen incluir en la excursión otros puntos de interés, pero hay que pagar más y decimos que no. A fin de cuentas llevamos a nuestra espalda la experiencia de Xi'an... En mi opinión, Guilin se ha subido a la parra. No es tanto el precio de la excursión, sino que, en comparación, la ciudad me pareció cara para los estándares de China.

 

La misma señorita con la que contratamos la excursión en barco nos encaramó a un aurobús que nos cobró 2 euros y nos dejó cerca de nuestro hotel.

 

El hotel de Guilin fue la única gran decepción que hemos tenido en materia de hoteles... El New Plaza Hotel huele a rancio ya en la recepción. La llave no es de tarjeta, que es lo de menos, porque cuando entras en la habitación todo lo demás no importa. Holía a tabacazo y a cerrado que echaba para atrás. Además, tanto en la habitación como en el baño, y esto era lo más inquietante, había una serie de objetos en venta (entre 10 y 20 yuanes cada uno). Objetos como condones, bragas + condón, calzoncillos + condón, aceites lubricantes tanto masculinos como femeninos, toallas higiénicas y esterilizadas...

 


En resumen, que obviamente este hotel vivía de alquilar las habitaciones por horas.

 

Lo cierto es que mi primer impulso fue huir, huir al International Youth Hostel más cercano, pero al final, y tras comprobar que en lo esencial estaba limpio, decidimos quedarnos. Abrimos las ventanas para que la lluvia purificadora se llevara aquel olor y lo ayudamos con un poco de desodorante a granel.

 

Echamos un vistazo a la Lonely Planet y nos tiramos a la calle, locas por salir de aquella habitación sórdida. Nos fuimos a buscar el Pico de la Belleza Solitaria, que resultó estar dentro de un recinto que en otro tiempo no se qué sería, pero que hoy es algo así como  una campus universitario.

 

A nosotras, que pinta de universitarias ya no tenemos, nos cobraron 5 pavos la entrada al recinto.

 

Entramos muertas de hambre con la confianza de que no tardaríamos en encontrar un puesto de comida, ya que lo habíamos encontrado en todos los demás Hi Lights. Pues no hubo forma, oiga. En el plano que nos habían dado aparecía un símbolo que indicaba la existencia de un restaurante nada más entrar en el recinto, a la izquierda. Pues preguntamos en cada uno de los pabellones que vimos en la zona. Dejando aparte que no nos entendimos ni lo más mínimo, no conseguimos que nadie nos echara nada de comer.

 

Decidimos recorrer aquello, ya que estábamos, pero tengo que decir que yo ya estaba un poco a la contra. El sitio es bonito, o quizá más fotogénico que bonito, porque en las fotos parece más de lo que realmente era ¿O es que el hambre nublaba mi razón? En fin. Llegamos al Pico de la Belleza Solitaria, que es curiosón, más que bello, pues es un picacho que se alza aislado en medio de la ciudad, y a la Cueva de la Lectura, que consiste en una pared del mismo picacho con inscripciones. 

 




Continuamos nuestro paseo y encontramos algo parecido a un comedor universitario y al lado una suerte de cafetería en obras. Lo único que servían era zumo de naranja y salchichas.

 

Pedimos uno de cada para cada una y se nos vino el alma a los pies cuando probamos aquella salchicha monda y lironda: estaba fría, dulzona y súmamente grasienta. Probáblemente la segunda peor experiencia gastronómica del viaje. La primera, ganadora del título por goleada, la tuvimos al día siguiente.

 

Desesperadas por comer algo decente en un país donde la comida en general está tan buena y hay tanta variedad, salimos del recinto universitario y nos zambullimos en una zona comercial, mercadillo, calle peatonal... incluso una plaza donde estaban poniendo “Charlie y la fábrica de chocolate” (en un perfecto chino) en una pantalla gigante. La plaza estaba dispuesta en forma de anfiteatro, con gradas en el suelo. Lo de las pantallas gigantes allí es alucinante, pero lo más impresionante es el audio, que se oye perfectamente, a pesar del ruido y de la distancia.

 


En la calle peatonal elegimos un restaurante e hicimos una merienda cena. Allí vimos por primera vez los servicios precintados. Me explico: se ve que en China les gusta tan poquito eso de fregar, que los restaurantes contratan empresas que les recogen los platos y palillos sucios, se los lavan, se los precintan y se los devuelven. Después de comer, y en la misma calle peatonal, nos sentamos en un café y nos tomamos un café latte y un capuccino respectivamente, tranquilamente.

 


Desde donde estábamos sentadas se divisaba un restaurante con una decoración muy minimal, muy moderna, en madera oscura, que nos gustó. También se veía una tienda que parecía tener unos vestidos muy monos, así que cuando terminamos nuestro café nos acercamos a echar un vistazo. Efectivamente, la ropa que tenían es muy chula. El clásico diseño que en Divina Providencia te puede costar entre 100 y 200 euracos, aquí nos costaba entre 20 y 30 euros, y encima bien cortados...

 

Nos probamos media tienda y salimos de allí con tres vestidos y un abrigo. Mariko me regaló un vestido porque al día siguiente era mi cumple.

 

Volvimos paseando hacia el hotel, por un mercadillo en el que estuvimos mirando, regateando y a veces, hasta comprando. En una plaza grande había un edificio muy grande cuya fachada entera era una cascada enorme. La foto, que recojemos en este blog, está dedicada a nuestro amigo el griego. Cuando llegamos era bastante pronto, pero lo peor es que allí no había nada que pudiéramos hacer. Las luces de la habitación eran dos y tan ténues que tuvimos que dejarnos varias dioptrías para poder, al menos, leer. Guilin me estaba gustando sólo regular... suerte que, al menos, en la tele, encontramos que ponían “Tiburón” en versión original con subtítulos en chino...


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