miércoles, 7 de mayo de 2008

Shanghai: El Mercado de la Confección (día 12)

Desayunamos en la pastelería, esta vez con más suerte en la selección de los bollos y con algo más de experiencia en la preparación de un café decente. Habíamos quedado en torno a las 11:00 en el Fabrik Market, que está muy cerca del Silk Market o Mercado de las copias. El día anterior nos habían escrito la dirección en chino, de modo que no tuvimos ningún problema en el taxi. además, parece ser que no hay taxista en Shanghai que no conozca los dos mercados.

 

Llegamos pronto, fuera del edificio hay un montón de gente ociosa, puestos de comida, etc. y también bastantes mendigos que no aceptan un no (Pu Yao) por respuesta: te acosan y te acosan y te acosan... decidimos entrar y dar una vuelta. Enseguida me di cuenta de que, si no me andaba con ojo, ese mercado podía suponer mi ruina...

 

El Fabrik Market, como el Copy Market, son edificios gigantes, como un Corte Inglés, llenos de puestos con  toda clase de productos. En el caso del Copy Market, se trata de falsificaciones, copias, etc. y en el caso del Fabrik Market son puestos de ropa, algunas copias y otras no, y de miles de telas diferentes, tanto de seda como de otros materiales.

 

La ropa que se puede encontrar allí va desde el más puro estilo y diseño chinos, como el típico vestido mandarín y otros modelos similares, hasta el más puro estilo occidental.

 

Allí van tanto turistas como chinos a hacerse ropa a medida. Esisten diferentes opciones: llevar uno mismo un modelo que le siente bien para que se lo copien en tal o cual tela; llevar una fotografía de un modelo para que lo copien, o un patrón, o elegir uno de los modelos expuestos en la tienda y hacerse uno igual a medida.

 

En todos los casos se toman las medidas del cliente, éste escoge la tela, del mismo puesto o de otro cualquiera, la compra, se la da al sastre en cuestión que ha tomado las medidas, se paga un adelanto y a la semana (a veces incluso menos), si uno sigue allí, va a probarse la prenda para hacer los últimos retoques. Si, como fue mi caso, uno tiene que irse antes o no va a estar allí el tiempo suficiente, lo normal es saltarse el paso de la última prueba y confiar (mucho) en el chino, en su buen hacer, y en su buena fe, para que te envíe el producto previo pago del importe completo del mismo, incluido el precio del envío.

 

Yo quería un traje de corte chino, de seda, para ir a una boda que tengo en unos meses, así que elegí el modelo, que era una mezcla de otros dos expuestos, la parte superior de uno y la parte inferior del otro, y busqué una tela que me gustara. En el mismo puesto no había nada que me convenciera, así que le preguntamos al sastre cuántos metros de tela necesitaría para hacer el vestido y fuimos a buscarla en otros puestos.

 

Recorrimos dos o tres en busca de algo que ni yo misma tenía claro. Al final, el amigo de mis padres me enseñó una que me encantó. Era marrón oscuro con unos detalles bordados en dorado, en forma de ramitas de bambú. Tenía el toque, pero no era excesivamente “china”. Además, la seda era bastante gruesa, muy bonita. pagué 200 yuan (20 euros) por 4 metros de tela, previo regateo insufrible.

 

Volvimos al puesto del sastre que me había tomado las medidas y le dimos la tela y pagamos una señal, acordando antes (nuevo regateo) que el precio total de la confección sería de 250 yuan (25 euros).

 

En total me iba a hacer un traje de seda a medida por 45 euros. ¡Increible! Bien es cierto que el riesgo de que no me quedase bien era alto, podían fallar las medidas como podía fallar el modelo, pero valía la pena intentarlo.

 

El vestido lo recogería la hija de los amigos de mis padres y me lo mandaría ella. Llegó el otro día a mi casa y es precioso. Me daba terror probármelo por si no me estaba bien, pero finalmente le eché valor y la verdad es que me queda como un guante, ni una arruga,, ¡y encima me sienta bien! Me salió un poco más caro porque durante el envío inspeccionaron el paquete y me cobraron impuestos de importación o algo así. En total, el vestido, con el envío y los impuestos, habrá costado unos 150 euros, lo que sigue siendo una auténtica ganga...

 

Los amigos de mis padres recogieron las prendas que habían encargado: blusas y un par de chaquetas para ella y un par de trajes de chaqueta para él.

 

Nos recomendaron ir a comer a Xintiandi, que resultó ser una zona muy occideentalizada, con un par de callecitas muy monas llenas de restaurantes muy pintones, tailandeses, japoneses, americanos... Como hacía un día muy bueno nos sentamos en una terraza (no muy convencidas, la verdad, porque nos sentíamos bastante lejos de la china “china”) y, rodeadas de occidentales que comían hamburguesas, pedimos el único plato oriental de toda la carta.

 

Nos sentó bien la terraza y el sol, pero en cuanto terminamos de comer nos fuimos a la Ciudad Antigua para ver los jardines. Allí pasamos por el puente de los 9 codos o 9 esquinas, que se supone que sirven para impedir que los malos espíritus pasen o te sigan. Volvimos, sin malos espíritus detrás, a los puestos con la intención de seguir de compras, pero aquella tarde ya estábamos agotadas de regateo y más regateo y se nos quitaron las ganas hasta de comprar... Decidimos que iríamos al Copy Market en Beijing y que allí compraríamos todas las cosas que teníamos pendientes.

 

Cenamos en un restaurante cerca del hotel, uno al que le habíamos echado el ojo, que tenía pinta de cutre pero que prometía por el olor y las fotos de los platos. Efectivamente, cenamos muy bien, estaba todo muy rico allí.

 

Después de cenar volvimos al hotel y decidimos salir a buscar el garito donde nos darían de beber gratis por ser chicas, en la People’s Square. A parte de que la mitad de People’s Square estaba en obras, la Plaza es un jardín muy grande y no encontramos ningún sitio que respondiera a la descripción. Seguimos a los jovenzuelos, pero nada, allí no había nada. Así que cansadas y con la perspectiva de un vuelo a la mañana siguiente, dimos un paseo por las calles del Shanghai nocturno, lleno de luces y neones volvimos al hotel donde ni el zumbido de los aparatos de aire acondicionado pudo con nuestro sueño.


Esta última foto es del edificio que llamábamos "la flor de loto", muy cerca de nuestro hotel.


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